Los estudios realizados han demostrado que algunos filtros sintéticos UV pueden tener efectos tóxicos en el ecosistema marino, incluidos los corales, las anémonas y los peces.
En consecuencia, cada día son más las personas preocupadas acerca del impacto que los protectores solares pueden generar en el entorno marino no solo a corto plazo, también en el futuro.
Sin embargo, los efectos que los filtros solares pueden ocasionar en el medio ambiente difieren dependiendo de qué compuestos se liberan, los ecosistemas y condiciones ambientales locales que puedan estar involucrados. Estas condiciones son especialmente ciertas cuando se refiere a los arrecifes de coral.
Los arrecifes de coral están disminuyendo a lo largo de todo el mundo debido a múltiples efectos causados por el ser humano.
Algunas de estas alteraciones son globales, como el calentamiento de los océanos y la acidificación generada por el cambio climático. Otros factores como el estrés, la calidad del agua… resultan más condiciones locales.
Estudiar los efectos de los filtros químicos en los corales y los arrecifes es un gran desafío debido a la complejidad de ambos son sistemas.
Los corales formadores de arrecifes son una combinación de un animal, algas unicelulares y ricas poblaciones de bacterias que conviven y trabajan conjuntamente. Los arrecifes de coral se forman por miles de organismos que interactúan entre ellos.
Es importante tener en cuenta que no todas las respuestas al estrés en los corales resultan en muerte, pero perjudican su salud, crecimiento e incluso su capacidad de reproducción.
El bienestar humano enfrentado al cuidado del ecosistema
La cuestión de si los filtros UV representan un daño para el medio ambiente es un enigma. Mientras que por un lado ayudan a reducir el daño de la piel y previenen el cáncer, son dañinos para el resto de los microorganismos.
Los humanos necesitan la luz del sol para vivir, sin embargo, demasiada exposición a los rayos ultravioletas del sol, provocan quemaduras, arrugas y es el principal factor para el desarrollo de cáncer de piel.
Desde hace años se sabe que el uso diario de un protector solar de amplio espectro con SPF 30+ cuando se está al aire libre previene el daño a la piel y el cáncer.
No obstante, los protectores solares son más efectivos como parte de un conjunto de comportamientos que también incluyen usar sombreros, ropa para cubrirse y buscar sombra.
Algunas regiones ya restringen la venta de ciertos filtros químicos solares como Hawái, las Islas Vírgenes de los EE. UU. y la ciudad de Key West, Florida por los daños ocasionados en el ecosistema marino.
La protección de la piel que contiene oxibenzona y octinoxato tiene efectos nocivos en los arrecifes de coral, la vida marina y las personas. Estas sustancias tóxicas contienen nanopartículas que pueden alterar la reproducción y el ciclo de crecimiento del coral, provocar su decoloración o incluso su muerte.
Estos productos químicos también pueden causar deformidades en los peces, así como afectar su sistema inmunológico.
Los estudios también han demostrado que algunos tipos de lociones bronceadoras son directamente tóxicos para ciertos tipos de peces y para el fitoplancton, que se encuentra en la base de la cadena alimenticia de la vida marina.
Cuando se nada con protector solar en el océano, los químicos dañinos tienen la oportunidad de filtrarse en el agua, donde los corales los absorben.
Sin embargo, no solo es durante la exposición directa cuando acaban dichos filtros en el mar.
Actualmente, los sistemas de residuos de aguas no son capaces de eliminar por completo estos compuestos antes de depositar el agua residual en el mar por lo que ducharse en casa o bañarse en una piscina puede conducir a la liberación de dichas sustancias en el océano.